Bienvenidos

A todos los calenturientos que gustan de la atmósfera shemale, travesti, transexual, transgénero o como se le quiera identificar al tercer sexo, les damos la bienvenida a este blog donde se podrán compartir todo tipo de comentarios sobre este tipo de manifestaciones sexuales, con la única limitante de evitar malas palabras, groserías o signos de intolerancia, en un sentido o en el otro. Su amigo de género heteroflexible.

martes, 1 de abril de 2014

Comenzó a llover

Era temprano, algo así como las las siete de la noche y apenas empezaba a oscurecer. Conducía por Calzada de Tlalpan y todavía no se ponían ni las putas ni las travestis. No tenía intenciones de tener sexo callejero, pero pasando el metro Villa de Cortés me orillé un poco hacia la derecha y ví como de un taxi bajó un travesti, justo frente al Hotel Condesa. Había otro auto entre el taxi y el mío, así que tuve unos segundos para "barrer" a la figura que se había subido a la banqueta y acomodaba su bolsa. Dejé que el camino se liberara hasta que mi auto quedo frente a ella. No sé cómo pero creo que se dio cuenta que alguien la estaba mirando y volteó. Nuestra miradas se cruzaron y sin mayor prisa trate de mirar su cara. Tenía buen ver, pero ya no era una muchachita o mejor dicho un muchachito. El momento fue suficiente para que se acercará al auto y pedirme con un gesto que bajara la ventanilla. Así lo hice, entonces se acercó más y escuche que me decía: Hola guapo. ¿Buscas un rato agradable?.
No sé que le dije, pero en menos de un minuto ya se había acomodado en el asiento del copiloto. Emprendí la marcha a baja velocidad y comenzamos a platicar, como si nada, es decir sin hacer referencia a un trato de sexo por un rato o a alguna tarifa. Me preguntó: ¿A donde vamos?. Le contesté: A donde tú quieras. Vi que tenía unas piernas estilizadas y que sus zapatillas de tacón alto y su  minifalda hacían que lucieran. No eran los zapatos de prostituta típicos. Tenía un escote que mostraba lo necesario para adivinar unas buenas tetas o tal vez el buen truco que hacen las travestis para aparentar el busto que no tienen.
Se dio cuenta que veía el escote y me aseguró que eran de las partes de ella que más le gustaban. La platica comenzó a tener tintes sexuales, sin llegar a la mención directa. Me dijo con mucha confianza, que quería estar a solas conmigo y que el ruido de la avenida era fastidioso, así que propuso ir a un lugar más tranquilo, el comentario era obvio, pero me agradó que fuera trámite por trámite. No sé si ese era el momento de tomar la decisión de cortar ese encuentro o si ya era demasiado tarde. Con la mayor naturalidad le pregunté a dónde sería ese lugar tranquilo y me dijo que conocía un "hotel decente" que sólo costaba doscientos cincuenta. ¿Si, sabes que soy, verdad? Me dijo. Asentí y pensé que me sentía en confianza con ella. Tal vez fue su voz, en realidad sonaba como la de una mujer amable. Había tenido experiencias, pocas, antes con prostitutas y travestís en esa zona pero había hecho contacto con personas jóvenes, esta travesti no lo era. Tal vez 35, tal vez 40, tal vez 45. En eso estaba yo adivinando cuando me dijo que diera la vuelta y me parara junto a un Oxxo. Me pidió que comprara condones. Me bajé a la tienda, pero con un mínimo de desconfianza me llevé las llaves. El tiempo de la compra de condones se me hizo eterno, no tenían cambio, en fin. De regreso la encontré retocando su maquillaje. Tal vez 40 pero no era vulgar, parecía una dama elegante, pero sexy.
No habíamos acordado nada de lo usual en estos casos, el servicio y la tarifa.  En un dos por tres recorrimos un largo pasillo del hotel y se me hizo normal tomarla de la mano,  estábamos en la habitación, lo primero que se me ocurrió fue prender el televisor. Ella se acercó por atrás y me abrazó. Me preguntó que si estaba cansado. No: le contesté.  Me dí la vuelta y busqué sus labios, fue un beso lento y poco a poco más profundo. Un beso largo, muy largo. Esto fue suficiente para provocar una erección en mí, ella tocó levemente mi pantalón pero no frotó mi verga, sólo se percató de la salud de ese miembro que se hallaba bajo la ropa. No hubo prisa, pero si mucha excitación. En cuanto tuve conciencia del momento, le tomé las nalgas para que se acercará más a mí. La temperatura iba en aumento. Le besé el cuello mientras ella giraba su cabeza hacia atrás con los ojos cerrados. El siguiente paso era investigar aquello de las tetas. Lentamente metí mi mano en su blusa. en espero de algún desencanto, pero me encontré unas tetas agradables y tibias al tacto y muy bien formadas. No se porque recordé otras tetas muy grandes a fuerza de silicona, pero frías. Entramos a un fajé más intenso. La cargué y la deposité sobre la barra del mueble que estaba frente a la cama. Era de estatura mediana, pero con tacones casi me alcanzaba. Delgada, de piel morena clara, algunas partes más blancas como sus caderas que contrastaban entre su falda y las medias negras que llevaba. Tenía el pelo largo y lacio, muy oscuro. Levanté un poco su falda y sentí la piel de sus piernas. Ella parecía ahora un poco nerviosa. Mis manos recorrían su cuerpo, sus nalgas, sus tetas, su cuello, sus piernas. Todo era sedoso, ella olía bien. Después me comenzó a desabrochar el cinturón  y metió la mano hasta alcanzar a mi verga y liberarla un poco de la presión de la ropa. ¿Me prestas tu caramelo? me dijo. Lo que tu digas, contesté. Y ya saben aquello de que para mamar vergas las travestis se pintan solas, ésta no era la excepción.  Me senté en la cama y ella se metió más en mi ropa. Después de dos minutos de gloria, la tomé de la barbilla y la besé. Lentamente me paré si soltar su boca, mi respiración se iba haciendo más profunda. La miré a los ojos, eran cafés claros, no sé si pupilentes, pero nítidos. Contuvimos la respiración con nuestras bocas separadas por una cosa de nada, sentí su aliento. Ahí pasó algo grave, bueno no tan grave.


Me vine, como decirlo: involuntariamente. Como acto de reflejo le metí la mano y tomé su verga. Nuestra respiración se volvió normal, yo me sentí algo apenado los precoz de mi eyaculación, entonces me dijo: No pasa nada, acuéstate te voy a dar un masaje. Y así lo hizo, primero me quitó toda la ropa y después ella se quitó también los que llevaba para quedar sólo con el brassiere y las medias. Sus manos eran magníficas para eso de reconfortar cuerpos cansados. Me froto la espalda y las nalgas, las piernas ... estaba yo boca abajo. Por un momento pensé que la situación se había invertido. Me pidió que me volteara y comenzó a besar mi cuello y luego mis tetillas, mi cintura, mi verga que ahora se mostraba recuperada. Me comenzó a masturbar y a besar al mismo tiempo. Una vez que mi verga tomó un tamaño apropiado me pregunto que si la quería coger. Le dije que sí, me colocó el condón con la boca y se subió lentamente sin dejar de mirarme con una sonrisa entre perversa e ingenua. Poco a poco fue haciendo que mi verga penetrara su estrecho orificio. Su verga descansaba sobre mi vientre y poco a poco fue tomando un tamaño mayor. Se inclinaba para besarme y se levantaba para arremeter de nuevo el clásico metesaca y otra vez y otra vez. Cuando se inclinaba hacía mi sentía sus labios, pero también sentía su verga entre nuestros cuerpos. Le quite el brassiere y acaricié sus pechos y mi boca buscó sus pezones. No aguante más y tomé de nuevo esa verga y comencé a masturbarla, primero despacio y luego más rápido. En una pequeña tregua, le pedí que se viniera conmigo. Te voy a ensuciar, replicó. No importa le dije. Y es que en realidad no importaba, esa era la verdad llana y simple. Me imaginé que ya se venía y mi excitación creció. Comenzaron las palabrotas: Mi puta, mi macho, parteme en dos cabrón, que rico culote, dame más verga, eres mi puta, dámela toda, agárrame las nalgas, que ricas las tienes, que buena puta eres, te voy a exprimir, soy tuya, soy tuyooooo ...
Me alcancé a salir mientras sentía su semen que corría caliente por mi estomago y en mi pecho, ella se alzó un poco y tomé mi verga para explotar abundantemente también sobre mí. Inmediatamente se fue sobre mi cuello intentando morderme. Nuestro semen sirvió de lubricante entre nuestros cuerpos, se sentía sexo puro y nada más.
Intenté no quedarme dormido, pero cuando me estaba venciendo el sueño, alcancé a decir que ya era hora de irnos. Nos vestimos sin prisa. A medio vestir, la abracé por detrás en el espejo. Me dijo: Hacemos buena pareja. Le sonreí, creo que en cosas de sexo si habíamos logrado la comunión.
Sacó una gabardina de la bolsa, comenzaba a llover. La dejé en el metro. Antes de que bajara le pregunté: ¿Cuánto te debo? Volteó y sólo movió la cabeza. Dame tú teléfono, le dije. Sonrío y volvió a mover su cabeza.